Hoy quiero hablaros de un libro muy interesante que se titula "El segundo cerebro" en el cual nos explica que se ha demostrado que
existe un segundo cerebro en nuestro organismo que es el formado por
el microbioma intestinal y que está en constante comunicación con
nuestro primer cerebro que se encuentra dentro del caneo. Así como
también la existencia de una relación entre el microbioma
intestinal y el estado emocional que forma una vía de doble
dirección. Los factores psicosociales influyen en la fisiología del
intestino. El estrés pueden afectar al movimiento y a las
contracciones de las vías del tracto gastrointestinal, provocando
inflamación o haciéndolo más susceptible a infecciones.
Este segundo cerebro está
dotado de varios centenares de millones de neuronas, en número mayor
al que corresponde a la médula espinal y al sistema nervioso
periférico. Mientras que esté primer cerebro, el de la cabeza, se
encargaría de procesos mentales, el segundo, el intestinal, se
responsabilizaría de emociones, preside la vida orgánica y domina
la función rítmica de las vísceras. Recibe y genera fuerzas
nerviosas de manera autónoma, preside la nutrición y es el centro
de la vida misma. El cerebro abdominal puede vivir sin el craneal, lo
que se demuestra en niños que nacen sin eje cerebroespinal. Pero, el
cerebro craneal no puede vivir sin el abdominal. Gracias a él hemos
podido sobrevivir y evolucionar. Nuestros parientes lejanos
escuchaban a sus tripas y actuaban según las señales que sus
cerebros intestinales les enviaban. Produce sustancias psicoactivas
como serotonina y dopamina que tienen la función del proceso de
digestión y colaborar con el sistema immune.
Cuando se desequilibra
este microbioma hablamos de disbiosis, que puede ser causada por un
elevado consumo de proteínas animales (especialmente carne roja),
azúcares simples, estrés o uso abusivo de fármacos. Esto puede
causar desde un simple hinchazón abdominal, ocasionales migrañas o
reflujo esofágico a estreñimiento crónico, enfermedad inflamatoria
intestinal o artritis reumatoide. Cuando el intestino esta inflamado,
no absorbe correctamente los nutrientes y puede ocasionar déficit de
magnesio (da lugar a la aparición de espasmos musculares), cobre
(aumentaría el colesterol), litio (desordenes emocionales), vitamina
B6 que tiene efecto antiinflamatorio (la encontramos en alitas de
pollo, sardinas con tomate, espinacas congeladas, alubias, plátanos y
pimentón), o zinc (lo encontramos en el chocolate negro, cordero,
hígado de ternera, ostras, pipas de calabaza y cacahuetes).
Un magnífico remedio
para evitar la permeabilidad intestinal es comer alimentos ricos en
L-glutamina como el pollo, pavo, magro de cerdo, espinacas, perejil y
la col en crudo, frutos secos, yogur y quesos frescos; indicada en
traumatismos, cáncer, infecciones diseminadas y quemaduras.
Para tener un microbioma
sano hemos de evitar el consumo de productos con gluten y leche de
vaca, rebozados y fritos, embutidos de cerdo (excepto lomo y jamón
ibérico), quesos curados y semicurados, y carne roja.
Tener una dieta rica en
probioticos, como el yogur (especialmente de leche de cabra), kéfir
(producto lácteo fermentado), col fermentada, chocolate negro
(también rebaja la presión sanguínea y aporta triptófano), sopa
de miso, pepinillos encurtidos, tempeh (granos de soja fermentados,
fuente de vitamina B12); prebioticos que estimulan el sistema
inmunitario, favorecen el crecimiento de las bacterias beneficiosas y
dificultan el crecimiento de las patógenas, serian las alubias
blancas, habas, higos y ciruelas secas, guisantes, garbanzos,
almendras, lentejas y pistachos. Y las verduras, especialmente
alcachofas, perejil, puerro, remolacha, apio, cebolla, ajo zanahoria,
brocoli, cardo, rábano y borraja; frutas como piña, papaya, manzana
y pomelo; junto a infusiones de diente de león, cola de caballo,
boldo, melosa y cardo mariano. Los alimentos que deberíamos de
potenciar y descubrir son el hinojo, jengibre, quinoa, sésamo, Stevia, tempeh, tofu y fermentados vegetales.
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